¿Qué tan malo puede ser?
María Fernanda Soria Zuna
Era medio día, el sol estaba en su apogeo, una niña de 11 años retornaba a su casa después del colegio, sin ninguna otra preocupación en la mente, más que las típicas de un estudiante. Al llegar a casa, entró a saludar a mamá, notó algo diferente en ella, se veía cansada y más blanca de lo normal, estaba pálida.
Las mamás son inmortales, pensaba la niña, siempre tienen energía para estar con sus hijos. Transcurrió el día, como nunca, la niña estaba sentada en un rincón, en silencio y sin entender nada de lo que sucedía, sabía que algo no estaba bien: mamá estaba más cansada de lo normal. Pasaron los días, cuando la niña retornó del colegio, muy emocionada de ver a su madre, pensando que todo había pasado, entró a la casa, feliz, cuando inmediatamente su sonrisa se borró, estaba desconcertada, mamá no estaba en casa.
Los abuelos estaban esperando a su nieta, todos se veían preocupados e inmediatamente tuvieron que salir de la casa, se subieron al auto y nadie dijo nada durante todo el camino, después de 23 minutos pararon, estaban en la puerta de una clínica. La abuela agarró de la mano a la pequeña, juntas subieron al tercer piso, al llegar entraron en la habitación 511. La niña se emocionó al ver a su mamá. Ella estaba durmiendo y no hubo oportunidad de contarle lo que hizo ese día en el colegio. Aún se veía muy cansada, pero de repente, abrió los ojos y lo primero que vio fue a su pequeña parada a su lado. Le dijo que no se preocupe porque ella estaría bien. Confundida la niña, pensó que mamá estaba resfriada, sin estar realmente segura de lo que pasaba.
Después de un par de días, mamá tuvo que viajar de urgencia y mientras tanto los abuelos se quedaron con su nieta. Le decían que su mamá estaba en otro país porque allá harían que se sienta mejor. Pasaron dos semanas y para que la niña no se preocupe nadie hablada del tema a su alrededor. La niña pensaba mucho en su mamá y casi no sabía nada sobre ella.
Hasta que un día como cualquier otro, la niña volvió del colegio y entró a su casa. Detrás de ella apareció su mamá, llegó como si nada pasara, abrió la puerta y la niña se dio la vuelta para correr a sus brazos. La mamá estaba feliz, sentía que todo ese tiempo de ausencia la refrescó. Sin embargo, a pesar de que mamá se sentía bien, pero algo era diferente y fue bastante notorio. En todos los almuerzos familiares, los platos salían para cada uno, todos comían lo mismo menos la madre. La niña pensaba que estaba comiendo muy mal porque no comía carne roja, frituras y mucho menos platos demasiado condimentados, además de que esta diferencia generaba discusiones, todos insistían que lo que estaba comiendo (verduras al horno, carne blanca y alimentos orgánicos) estaba mal. Nadie entendía el cambio, nadie quería entenderlo.
Mamá estaba muy enferma y fue diagnosticada con un tumor en el hígado, si no cambiaba su estilo de alimentación podía morir en dos años. Por lo menos, quería vivir cinco más para ver a su hija graduándose del colegio. Por eso, no dejó que las opiniones ajenas afectaran sus acciones, a fin de cuentas, cada quien decide como alimentarse. La niña poco a poco comprendió todo y empezó a seguir los pasos de su mamá en cuanto a qué comer y qué no.
Es muy importante saber cómo alimentarnos pues muchas veces los malestares o distintas enfermedades pueden ser causadas por la alimentación. No importa si algo es rico o feo, hay que entender que es lo que realmente debemos consumir y porqué.
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